Amanda Saldivia.-
Presentamos la historia de un geólogo estadounidense que es el único cuyos restos fueron llevados a la luna. Para Eugene Shoemaker su sueño más grande era poder conocer y estar algún día sobre la superficie de la Luna. Ese anhelo no lo pudo cumplir en vida, pero sus restos están en la superficie del lugar que siempre quiso visitar.
Esta es la historia del reciente micro presentado por la empresa Promasorca, como parte de la serie titulada El Poder del Conocimiento, que busca enriquecer los saberes con curiosidades, anécdotas e historias interesantes de nuestra región orituqueña y del mundo.
El doctor Eugene Shoemaker fue un reconocido geólogo estadounidense, responsable de la invención de las ciencias planetarias. También uno de los pioneros en la exploración del sistema solar y la ciencia lunar, con especialización en el estudio de los cráteres.
Nació en Los Ángeles en 1928. Era considerado un genio, porque en tres años culminó los estudios de secundaria y a los 16 ingresó en la Universidad y se dedicada al estudio de las ciencias naturales y la ingeniería. En el año 1948 ya se había graduado y comenzó el doctorado.
En la Universidad conoció Carolyn Spellman, que además de ser licenciada en Historia y Política, había hecho un curso de geología. Eran almas gemelas y en 1951 se casaron. Eugene la convenció que estudiara astronomía y se uniera a su equipo.
Eugene se especializó en cráteres por ser Amante de la Luna, hizo la cartografió con el objetivo de hacer el primer mapa geológico lunar. Creó la astrogeología, que demostró que todos los cráteres de la Luna fueron producidos por impactos de meteoritos.
Por una condición de salud, no pudo ser parte de la misión que llevaría al primer científico a la luna, pero colaboró con el entrenamiento de astronautas y eligió el lugar del aterrizaje. Ganó uno de los mayores premios de la ciencia por su descubrimiento de cráteres de impacto de meteoritos.
Su vida llegó a un inesperado final el 18 de julio de 1997, cuando murió en un accidente automovilístico mientras justamente exploraba un cráter de meteorito en Alice Springs, Australia.
Fue una colisión frontal en la que él murió instantáneamente y su esposa resultó herida de gravedad. Entre los honores póstumos se dio su nombre a un cráter de la Luna y a otro de Marte, a un asteroide y a una sonda espacial.
Poco tiempo después recibió el más alto homenaje otorgado a título póstumo por la NASA: sus cenizas iba a ser depositadas en la Luna.
El 6 de enero de 1998, un el vehículo lunar de la NASA, que pertenecía al cohete Athena II, despegó desde Cabo Cañaveral, en Florida, hacia el polo sur de la Luna, en busca de hielo y con las cenizas de Shoemaker.
La cápsula con sus cenizas estaba envuelta en una funda de aluminio sellada al vacío.
El 31 de julio de 1999, la misión terminó cuando la NASA estrelló deliberadamente la nave en la superficie de la luna, cerca del Polo Sur lunar, en una zona dentro de un cráter, convirtiendo a Shoemaker en la única persona cuyas cenizas han sido diseminadas en cualquier cuerpo celestial fuera de la Tierra, en este caso la Luna.
Junto a las cenizas había una tarjeta con una cita de William Shakespeare, perteneciente a la obra Romeo y Julieta:
“Y cuando muera tómalo y córtalo en pequeñas estrellitas, y hará el rostro del cielo tan hermoso que todo el mundo estará enamorado de la noche, sin rendir culto al estridente sol”.
Los versos ideales para el hombre que se enamoró de la luna y en ella descansa.