Amanda Saldivia.-
La naturaleza provee al hombre de lo necesario para la subsistencia. Sin embargo, la sobre explotación de esos recursos pueden traer daños ambientales de consideración que ponen en riesgo la vida.
Uno de los desastres ecológicos más devastadores de la historia ocurrió en Estados Unidos en la década de los años 30 y es conocido como el Dust Bowl, que en español sería algo así como cuenco de polvo.
Las nuevas generaciones poco conocen de esas tormentas de polvo que azotaron las extensas planicies de Estados Unidos, las cuales se transformaron en desiertos.
Esto generó la migración de millones de personas que huyeron a otros estados, a causa de la hambruna. Era imposible el cultivo, la cría de ganado, todo quedó devastado y los pocos que habitaban padecían de neumonía causada por el polvo.
Qué fue lo que ocurrió para que esas planicies se transformaran en un desierto con constantes tormentas de polvo que afectaron los estados Oklahoma, Kansas, Texas, Nuevo México y Colorado. Las investigaciones apuntan que parte de la responsabilidad recayó en la acción del hombre, por el sobre cultivo de la tierra y la sequía que prevaleció durante esa década.
Esas extensas praderas donde creía pasto autóctono que era el alimento de los búfalos, pasó a ser el granero del mundo con el cultivo de más de 5 millones de hectáreas de trigo. La explotación desmedida del suelo, unida a las características del terreno y la sequía, generó ese fenómeno.
Uno de los episodios más documentados ocurrió el 14 de abril de 1935, llamado el Domingo Negro. Ese día se generó la tormenta de arena más poderosa que arrasó toda Oklahoma. Entre los testimonios de quienes sobrevivieron está que parecía una tarde de sol y sin amenaza alguna, cuando se levantó una nube de polvo con vientos de más de 60 kilómetros por hora, los cuales arrasaron los techos de las casas y que fue tan espesa que el sol se pudo ver a los tres días.
Para superar esa erosión, se llevó adelante un plan con nuevas técnicas de arado, rotación de cultivos y siembra de árboles que protegieran al suelo de la erosión causada por el viento. Se llegaron a plantar 220 millones de árboles que actuaban como “rompevientos”.
No obstante, la solución definitiva llegó en el otoño de 1939 cuando comenzó a llover con mayor regularidad en esa zona y regresó la vida a esas extensas llanuras. La inquietud de los ambientalistas está si el hombre aprendió la lección o si habrá otras tormentas de polvo o fenómenos causados por el hombre, debido a la explotación de los recursos naturales.
@amandasaldivia
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