Amanda Saldivia.-
En la serie el Poder del Conocimiento, iniciativa de la empresa Promasorca, presentamos la historia de un jefe civil que tuvo Altagracia, quien se distinguió por las acciones en beneficio de los más necesitados. Se trata de Adolfo Chataing, general caraqueño que llegó a Altagracia a finales del siglo XIX y era reconocido como un ciudadano ejemplar, lo que le valió que una calle de esta población lleve su nombre en recordatorio a sus buenas acciones.
La historia que compartimos está contenida en la obra Apuntaciones para la Historia de Adolfo Antonio Machado. Relata el autor que en marzo de 1885 se inaugura el telégrafo nacional en Altagracia y hubo una fiesta pública por tan importante acontecimiento, pero casi en simultáneo llegó la plaga de la langosta a este valle, para arrasar con todos los cultivos. Al respecto escribió: “Voraz insecto que invadió nuestras campiñas…voraz insecto de reproducción asombrosa, que formando una solo manto destructor, cubrió toda la superficie de nuestro territorio, voraz insecto que…sembró miseria y el hambre en nuestra comarca”.
El autor escribió que los campesinos de estas tierras habían consumido sus reservas de la cosecha anterior, que no habían frutos en los campos y que el agua potable estaba descompuesta por la aglomeración de las langostas y que la aves de corral y los cerdos que quedaban no servían para saciar el apetito, porque la carne tenía sabor nauseabundo, debido a que habían comido esos insectos.
Como era natural el hambre trajo las enfermedades y Adolfo Antonio Machado cuenta que después de la desolación de los campos, de ver a los campesinos vagar por las calles, vino la crisis a este poblado. En su libro Apuntaciones para la Historia se lee lo siguiente: “No era solo el cuadro desolador de la langosta, ni las migraciones de los campesinos, sino la terrible peste, la fiebre amarilla que nos invadía, sembrando el luto en todas las familias, sus víctimas predilectas fueron los jóvenes, los seres de constitución más fornida”.
El autor escribió que en medio de tanto infortunio Adolfo Chataing, como primera autoridad civil, “aquilató el temple de su carácter para levantar los espíritus apocados ante el cuadro que presentaban aquellas calamidades, establecía sin ostentación pequeñas ambulancias que personalmente dirigía, para socorrer a los enfermos y enterrar los cadáveres de la clase menesterosa”.
Cuenta que haciendo uso de su autoridad abrió al servicio público el cementerio que se construía al extremo sur de la calle Gil Pulido, cuya obra continuó la Junta de Fomento de esa época presidida por el mismo Chataing, en unión con Adolfo Antonio Machado y Reinaldo Alva.
Aunque no se precisa cuántos fueron los fallecidos, producto del hambre y la epidemia de fiebre amarilla, resalta el temple que tuvo el general Adolfo Chataing, autoridad civil de la época para enfrentar tan difícil calamidad que azotó a esta región en el año 1885.
Así que cuando circules por la calle Adolfo Chataing, recuerda que su nombre se le debe a un general caraqueño que llegó a esta tierra y que como primera autoridad civil enfrentó la devastación que dejó la langosta y enfrentó la epidemia de fiebre amarilla.
@amandasaldivia