Santa Misa por el descanso eterno del papa Francisco

Santa Misa por el descanso eterno del papa Francisco

Amanda Saldivia.-

«Con la esperanza puesta en la inmortalidad, nos reunimos en este templo parroquial, en comunión con nuestro Obispo Diocesano Monseñor Ricardo Barreto, y con todo el Pueblo de Dios que Peregrina en nuestra Diócesis de Valle de la Pascua…para elevar una oración ferviente por el eterno descanso de nuestro querido Papa Francisco», expresó el padre y arcipreste Luis Márquez al inicio de la Homilía de la Santa Misa oficiada en el templo Nuestra Señora de Altagracia, en la mañana de este lunes 28 de abril.

Estuvieron presentes sacerdotes y feligreses de todo el arciprestazgo Beata Madre Candelaria de San José, para orar por el descanso eterno del papá Francisco, quien dedicó su vida a la acción misionera como vía de transformación.

El padre Luis Márquez, como responsable del Arciprestazgo Beata Madre de San José, leyó la homilía dedicada al papa Francisco, documento al cual tituló Con la esperanza puesta en la inmortalidad. A continuación el texto completo:

CON LA ESPERANZA PUESTA EN LA INMORTALIDAD
Homilía del Pbro. Luis Márquez
Misa funeral del Papa Francisco
Templo parroquial de Ntra. Sra. de Altagracia, 28/04/2025
 
Hermanos Sacerdotes del Arciprestazgo,
Agentes de pastoral, provenientes de las distintas comunidades parroquiales,
Hermanos todos.
Con la esperanza puesta en la inmortalidad, nos reunimos en este templo parroquial, en comunión con nuestro Obispo Diocesano Monseñor Ricardo Barreto, y con todo el Pueblo de Dios que Peregrina en nuestra Diócesis de Valle de la pascua, que en los distintos arciprestazgos se reúne hoy para elevar una oración ferviente por el eterno descanso de nuestro querido Papa Francisco; al tiempo que damos gracias a Dios por la fecundidad de su vida y de su ministerio apostólico.
Nos reunimos, conmovidos ante el misterio de la muerte, con la nostalgia de aquellos que comprenden la grandeza del ser humano que ha partido, del pastor que nos ha dejado para ir a la casa del Padre. Nos reunimos, e iluminados por la luz pascual dejamos resonar en nuestro corazón las palabras que el Apóstol Pablo dirige  a la comunidad de Roma: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos”. (Rom14,8)
Vivir para el Señor
Vivir para el Señor es un proyecto de vida para todo cristiano. Este también lo fue para Francisco. Quien sintiéndose misericordiado por Dios aceptó el llamado que le hacía para abrazar la vida sacerdotal y vivirla en un constante acto de entrega de sí mismo en el servicio a la Iglesia. Un proyecto de vida que se funda precisamente en la experiencia de encuentro con un Cristo vivo, que transforma el corazón, y cambia la vida. Un encuentro que le permitió conocer a Jesús y luego encontrar gozo al anunciarlo con sus palabras y sus acciones, haciendo de su vida un evangelio vivo.
El documento de Aparecida nos enseña que “conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.” (DA 29). De allí, que vivir para el Señor supone un esfuerzo continuo por mantener la frescura del encuentro con Cristo, viviendo con alegría al saberse salvados por él y liberados de todo lo que trae amargura, dolor y sufrimiento.
Francisco amó al Señor, y amó a la Iglesia. Dedicó su vida al Señor y se entregó hasta el último momento a la Iglesia a la que servía y custodiaba con amor de Padre. Amó y sirvió a la Iglesia, con la alegría la alegría de quien se reconoce discípulo del Señor y enviado con el tesoro del Evangelio, que es buena noticia para todos.
Este Evangelio, se esforzó por hacerlo resonar en el corazón de todas las personas, especialmente las más frágiles, los últimos, los marginados, los enfermos, los descartables de la sociedad; pues sabía que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento”. (EG, 1)
Esta convicción le permitió tener un corazón de pastor al modo del corazón de Jesús, siempre disponible para la escucha y el perdón, invitándonos también a nosotros a comprometernos con los que sufren. Por eso nos decía: “No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer.” (EG, 48)
El Sueño de Francisco
Al inicio de su Pontificado, Francisco compartía con todos un anhelo. Un sueño. En Evangelii Gaudium lo expresa al afirmar: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación”. (EG, 27)
Este sueño, se comprende desde la misma alegría que brota del evangelio, que a su vez se hace compromiso y esperanza, en la Iglesia y para la Iglesia, ya que “la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera” (EG, 21).  Por lo tanto, evangelizar supone en la Iglesia la audacia de salir de sí misma, para ir al encuentro del otro, del alejado.
Esto, lo llevó a trabajar incansablemente por una conversión pastoral que puso a la Iglesia en camino, con actitud misionera y sinodal. En reiteradas ocasiones llegó a afirmar que “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir a las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria” («XXXV Meeting por la amistad entre los pueblos», el 9 de marzo de 2013).
Para esta salida misionera, mostró a la Iglesia el camino a recorrer, marcado por la sinodalidad, la escucha, el discernimiento, para así poder impulsar una pastoral de comunión y participación que responda mejor a la misión que el mismo cristo confió a la Iglesia.
Si el grano de trigo muere, produce frutos
Después de una vida fecunda en el servicio a Dios y a los hermanos. De testimonio y entrega, nuestro querido Papa entregó su alma al señor,  al amanecer del lunes de la octava de Pascua. Su muerte es oportunidad para que resplandezca en toda la Iglesia la firme esperanza de la resurrección, cuyo misterio resplandece en Cristo.
Hemos escuchado que si el grano de trigo sembrado en la tierra muere, produce frutos abundantes. En la certeza de la fe, tenemos la convicción de que el legado que el Papa deja a la Iglesia, su amplio magisterio, su testimonio de fe, de humildad y servicio, producirán frutos abundantes en favor de esta Iglesia que continua su peregrinar por este mundo. Ha finalizado la vida del Papa, pero la misión de la Iglesia continua, y se renueva cada día, con nuevos desafíos.
Aún resuenan en nuestros corazones los reiterados llamados que el papa realizó a los venezolanos para resolver nuestros conflictos internos por medio del dialogo, el entendimiento, la reconciliación y los medios democráticos. Siempre contamos con la Oración de Francisco, seguro estoy que desde el cielo también intercederá por la reconciliación y la paz de los venezolanos. Hoy también agradecemos el darnos el regalo de la canonización de nuestros dos Beatos: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles. En ellos nos ofrece el testimonio de una vida vivida desde el amor al Señor y el servicio a los hermanos.
Hermanos, con la esperanza puesta en la inmortalidad, continuemos nuestro servicio y apostolado en la Iglesia siguiendo el ejemplo que nos ha dado el Papa. Con una vida vivida para el Señor, siendo evangelizadores guiados por la fuerza del Espíritu, rechazando la mundanidad espiritual que carcome y vuelve infecunda la vida de la Iglesia.  Pongámonos en camino, todos juntos, para hacer realidad el sueño de Dios, que es también el sueño del Papa: Una sociedad más justa, y más fraterna, donde se respeta la dignidad del ser humano, donde se custodia la vida y se celebran el perdón y la reconciliación. Una sociedad que custodia la creación como don preciado de Dios. Y animémonos cada día más, a renovar nuestro encuentro personal con Cristo que nos permita ser una Iglesia, viva, alegre, misionera, y de puertas abiertas para todos. Una Iglesia que lleva a todos la Buena noticia, que sana, libera, y hace discípulos. Una Noticia que es Jesucristo, que está vivo, y nos quiere vivos.

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