El Poder del Conocimiento: florecieron las microempresas en la II Guerra Mundial

El Poder del Conocimiento: florecieron las microempresas en la II Guerra Mundial

Amanda Saldivia.-

Ante las dificultades más ingenio y producción. Eso fue lo que pasó en Altagracia de Orituco al sentirse el impacto de la Segunda Guerra Mundial, que limitó en todo el mundo, incluido este pequeño pueblo guariqueño, el acceso a repuestos de maquinarias, vehículos e intercambio de productos en general.

El impacto económico fue evidente. Cuenta el periodista e historiador Pedro Calzadilla Álvarez, en su obra El día en que un cometa chocaría con la Tierra, crónicas de Altagracia de Orituco, que escaseaban los repuestos para los automóviles y era difícil el acceso a neumáticos, razón por la cual no era “extraño ver camiones en circulación con tuercas y tornillos en los cauchos, única forma que encontraban sus propietarios para tapar las roturas laterales”.

En la obra resalta de manera particular que Altagracia tuvo una ventaja significativa, respecto a otros poblados, porque durante las primeras décadas del siglo XX llegaron inmigrantes que estuvieron en la colonia Guzmán Blanco, asentada en Guatopo.

Ellos trajeron técnicas y experiencias de actividades semi-industriales y artesanales de sus países de origen. Para el autor, esto fue permitió, “que junto al ingenio y la experiencia de los técnicos y artesanos orituqueños”, surgieran pequeñas industrias y talleres de toda índole”.

En primer lugar, Pedro Calzadilla Álvarez mencionó a las costureras y sastres que con máquinas Singer vestían a toda la población; también a los que fabricaban alpargatas y aprovechó el relato para mencionar algunas microempresas locales, entre ellas las talabarterías de Aureliano Ojeda y Juan Manuel Bolívar, la curtiembre de Rosalio Mora, herrerías de José Hernández, la herrería y armería de Ángel Constant, carpinterías de Eugenio Carrasquel y Estanislao Toro, los talleres de mecánica automotriz de Deogracias Constant y Guillermo Hurtado, latonerías de Pánfilo Reinefeld y Evaristo Fuentes, panadería de Ernesto Valladares, alfarería y zapatería de Tito Orozco, sastrería Virgilio López, embotelladora de la colita Bernotti y el pilón de maíz mecánico de Félix Calzadilla.

También había fábrica de jabones, velas de cebo, caramelos, sillas, catres, camas de alambre, tinajeros, café molido, sombreros de fieltro y de cogollo, además de que abundaba la dulcería criolla.

Fue el ingenio y la determinación de los pobladores, lo que hizo que en plena crisis Altagracia se colocara en la cima de los pueblos del Guárico en cuanto a la productividad local.

Por eso el autor culmina la crónica sobre este episodio histórico con lo siguiente: “los gracitanos debemos sentirnos orgulloso de esa generación que supo enfrentar tiempos muy difíciles con coraje y dignidad”.

Ese fue el tema de la semana en la serie de micros El Poder del Conocimiento, iniciativa de la empresa Promasorca, con la finalidad de enriquecer los saberes con historias, anécdotas y curiosidades del Orituco, Venezuela y el mundo.

@amandasaldivia

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