Amanda Saldivia.-
En el siglo XIX hubo un año que fue bautizado en Altagracia de Orituco con el nombre de la humareda, producto de la sequía que lo caracterizó y un posterior incendio de vegetación que se generó en las montañas aledañas a este terruño.
El relato está reflejado en el libro Apuntaciones para la historia de Altagracia de Orituco del cronista Adolfo Antonio Machado, quien dejó plasmado lo que ocurrió en el año 1869, cuando el fuego se extendió por las montañas que rodean este valle, porque ahí se acostumbraba a quemar en las llamadas rozas, que es el nombre que también se le da a los conucos.
Resulta que, debido a las escasas precipitaciones en ese período de lluvias de 1869, el fuego se hizo incontrolable y de ahí el nombre del año de la humareda. Fue tal el impacto ambiental, que el cronista escribió que se produjo una inmensa fogata que trajo una humareda de pocos metros de altura que invadió todos los “ámbitos de la comarca hasta oscurecer, muchas veces, la claridad del día”.
También las consecuencias se vieron reflejadas en las siembras, porque el fuego devastó algunas plantaciones de café y en su totalidad la cosecha de cereales con pérdidas incalculables. Eso a pesar del esfuerzo de abrir anchos cortafuegos para evitar el avance de las llamas.
Esa historia, de cómo el año 1869 fue bautizado con el nombre de la humareda, debe llamarnos la atención, porque deja en evidencia el impacto negativo que deja la práctica de quemar, la cual lamentablemente todavía se mantiene en el siglo XXI.
Ese fue el tema de la semana en la serie de micros El Poder del Conocimiento, iniciativa de la empresa Promasorca para enriquecer los saberes con historias, curiosidades y anécdotas interesantes del Orituco, Venezuela y el mundo.
@amandasaldivia
